Se estima que el café es la bebida más tomada en el mundo después del agua. Durante años, los cardiólogos hemos sido cautos con la recomendación de su consumo.
Posiblemente más de un paciente haya recibido el consejo de su médico respecto de limitar (o eliminar) el café si tenía alguna afección cardiovascular.
Tal como arritmias, hipertensión arterial o enfermedad coronaria.
Sin embargo, la evidencia reciente nos sugiere que posiblemente debamos dar marcha atrás con el consejo.
En primer lugar, aclaremos algo sobre las limitaciones de “la evidencia”.
Demostrar que una conducta, alimento o fármaco es beneficioso no es sencillo.
Con los fármacos se realizan “estudios clínicos controlados”.
Esto es, se randomiza a la población a recibir la medicación en estudio o un placebo (que no tiene efecto) y se compara la evolución.
Si el grupo que recibió la medicación le va mejor que quien recibió placebo, se concluye que la medicación es efectiva.
Esto es muy difícil de comprobar con alimentos o conductas, dado que entran en juego muchas otras variables.
No es sencillo separar a la población en tomar o no tomar café, otro alimento, o hacer actividad física por ejemplo.
Entonces lo que se hace es comparar los “tomadores de café” (u otro alimento) vs los no tomadores.
O quienes toman mucho vs los que toman poco; y si a quienes toman más, les va mejor, uno podría pensar en un beneficio del café.
Sin embargo, posiblemente quienes toman café (u otro alimento o hacen ejercicio) sean diferentes en muchos otros aspectos a quienes no lo hacen (sesgos).
Así que es difícil demostrar que un beneficio sea sólo por el café. Entonces, hecha esta aclaración, vamos a las evidencias disponibles.
El café y el té tienen un compuesto muy conocido llamado cafeína.
Muchas de las conclusiones sobre los riesgos de la cafeína surgen de estudios “in vitro” (de laboratorio) que muestran el riesgo de hipertensión arterial, arritmia y muerte en animales con cafeína en altas dosis.
Pero aparentemente una dosis “moderada” podría tener efectos cardiovasculares protectores.
Además, la cafeína es una de los cientos de sustancias presentes en el té y el café. Y muchas de estas otras sustancias podrían tener efectos antioxidantes y antiinflamatorios.
Si bien los resultados siguen siendo relativamente controvertidos.
Diversos estudios poblacionales sugieren que el consumo de café en grado moderado (2-3 tazas al día) podría ser beneficioso.
Por ejemplo para reducir el síndrome metabólico, obesidad, hipertensión arterial, diabetes.
Y podría disminuir el riesgo de arritmias, enfermedad coronaria, insuficiencia cardíaca, accidente cerebrovascular y mortalidad cardiovascular.
Respecto de los lípidos (colesterol, triglicéridos) el café podría aumentarlos.
Si bien aparentemente depende de la forma de preparación (mayor impacto con el café hervido, mínimo con el filtrado).
En cuanto al consumo de té, en especial el té verde, tendría beneficios similares al café en general e incluso reduciría el nivel de lípidos.
En resumen, por la evidencia disponible a la fecha, pareciera que el consumo moderado de café y té podría tener efectos favorables sobre la salud cardiovascular.
Al menos serian neutros, pero en principio no perjudiciales.
Como dijimos, la calidad de la evidencia disponible es relativa, los resultados no son definitivos.
Como todo en medicina, esto puede cambiar en el futuro.
Conversar con su médico es la mejor alternativa para saber qué hacer en cada caso particular.
Fuente: www.fundacioncardiologica.org