Según un estudio reciente, la ingesta de edulcorantes puede tener consecuencias negativas.
Hace más de 40 años que la Coca-Cola light y su edulcorante, el aspartamo, se venden en Estados Unidos y el mundo.
A pesar de ello, la controversia sobre la seguridad de los sustitutos del azúcar sigue más viva que nunca.
Las bebidas dietéticas o light llegaron a las tiendas en la década de 1950.
Desde entonces, se rumorea que estos edulcorantes (a los que hoy en día se han añadido la sacarina, la sucralosa y la estevia) hacen algo más que satisfacer el gusto por lo dulce sin las calorías que aporta el azúcar.
Pero no ha sido fácil determinar si ese «algo más» es real o solo una sospecha.
En un nuevo estudio en el que se analizaron cuatro sustitutos del azúcar, se observó que el paso de estos edulcorantes no nutritivos por el cuerpo no es inofensivo.
Los resultados del estudio, publicados el 19 de agosto en Cell, relacionan dos de estas sustancias (la sacarina y la sucralosa) con un aumento de los niveles de glucosa en sangre (glucemia).
Además, es posible que provoquen cambios en la microbiota intestinal.
Queda por averiguar si estos cambios son negativos, positivos o inocuos para la salud. En cuyo caso los consumidores de bebidas dietéticas no tendrían que tirar sus latas de refrescos light.
Según Dylan Mackay, profesor adjunto de nutrición y enfermedades crónicas de la Universidad de Manitoba, que no participó en el estudio.
Este «es un trabajo científico muy bien diseñado, pensado y ejecutado.
Siempre he querido hacer este tipo de pruebas. Ellos han sido capaces de llevarlas a cabo de una forma realmente interesante».
En 2014, se halló un vínculo entre los cambios producidos en el microbioma y en la glucemia de ratones.
Después de que estos ingirieran sustitutos del azúcar.
Diseñaron un nuevo estudio, publicado ahora, para averiguar si existe esa misma relación en los humanos.
Para ello, seleccionaron participantes de un primer grupo compuesto por 1375 personas.
Y descartaron a aquellos que habitualmente tomaban edulcorantes no calóricos.
Algunos lo habían hecho sin saberlo, a través de proteínas en polvo, chicles y aperitivos o postres bajos en azúcar.
Los 120 elegidos fueron repartidos en seis grupos de 20.
Los participantes de cuatro de estos grupos consumieron sobres que contenían uno de los cuatro edulcorantes analizados. Cuyas cantidades eran inferiores a la ingesta diaria recomendable.
Al quinto grupo se le dio solo el complemento utilizado en estos sobres. Que se suele añadir para dar volumen a la pequeña cantidad de sustituto del azúcar que contienen.
El sexto grupo no consumió ninguno.
Un primer estudio prometedor
Durante las dos semanas que duró el estudio, los participantes ingirieron el edulcorante o el relleno asignado.
También se les practicaron pruebas orales de tolerancia a la glucosa.
Estas pruebas miden la respuesta del cuerpo al azúcar y se suelen utilizar para diagnosticar algunas formas de diabetes.
Para ello, se bebían una disolución de glucosa cada mañana en ayunas y llevaban monitores continuos de glucosa para controlar su glucemia.
El equipo recogió muestras orales y fecales de los participantes para analizar su microbiota intestinal. Además, midieron los niveles en sangre de algunos productos del metabolismo.
La respuesta de glucosa en sangre de aquellos que consumieron sacarina o sucralosa fue mucho más pronunciada que la del resto de grupos.
Después de tomar durante dos semanas cualquiera de los cuatro edulcorantes, el perfil de su flora intestinal se alteró.
Además de estos cambios, los niveles de algunos productos metabólicos también variaron.
Por ejemplo, en el grupo que consumía sacarina aumentó la producción de un tipo de aminoácido, algo parecido a lo que ocurre en las personas con diabetes.
Para confirmar la existencia de este vínculo entre los perfiles de la microbiota intestinal y los cambios en la glucemia.
Administraron, de forma oral, microbiomas (procedentes de los participantes con picos más altos y más bajos de glucosa tras la ingesta de los edulcorantes) a ratones sanos.
Los roedores expuestos a los microbiomas de las personas cuya respuesta fue más exagerada sufrieron cambios en la glucemia «muy parecidos a los de los donantes».
Señala Eran Elinav, uno de los autores del estudio e investigador principal del Grupo de Trabajo sobre la Interacción Hospedador-Microbioma del Instituto Weizmann de Ciencias, en Rehovot.
Y director del Departamento de Microbioma y Cáncer del Centro Alemán de Investigación del Cáncer, en Heidelberg.
Según Mackay, la parte del artículo en la que se explica este procedimiento «es una de las más interesantes».
Los hallazgos en ratones «constituyen una evidencia mecanicista que, tal vez, confirma el efecto de los edulcorantes».
Elinav recuerda que los efectos de los edulcorantes sobre la glucemia varían mucho según la persona.
Pero los resultados indican que estos compuestos no se limitan a pasar por el cuerpo sin que nada suceda, como se creía previamente.
Para Mackay, una parte de esa respuesta personalizada tiene que ver con la salud de la persona.
Y añade que los hallazgos «no se pueden aplicar a personas que tengan sobrepeso, obesidad, una tolerancia alterada a la glucosa o diabetes de tipo 1 o 2».
Elinav también aclara que los resultados obtenidos no resuelven la cuestión de si los efectos serán significativos para la salud humana.
Un tema que se abordará en otros estudios. Según Mackay, tampoco saben si persistirán más allá de las dos semanas de exposición.
El estudio se realizó con personas sanas que no tenían ni sobrepeso ni obesidad.
Y que representaban un subconjunto de la población que ingiere alimentos y bebidas con estos edulcorantes.
Por esa razón, Mackay señala que «desde la perspectiva del usuario, y como alguien con diabetes de tipo 1, casi todo lo que tomo tiene aspartamo.
No voy a dejarlo y pasarme a la glucosa o consumir productos que la contengan solo por estos resultados».
Emily Willingham
Referencia: «Apersonalized microbiome-driven effects of non-nutritive sweeteners on human glucose tolerance»; Jotham Suez et al. en Cell, vol. 185, n.º 18, págs. 3307-3328.e19, 1 de septiembre de 2022.
Fuente: www.investigacionyciencia.es