Esta medida tiene como objetivo reducir el número de contactos diarios de una persona y bajar así el número reproductivo de la enfermedad. Y parece que lo está consiguiendo
La medida, que en principio se alargará hasta el 26 de abril, busca reducir el número de contactos que cada uno de nosotros tiene a diario. El objetivo es poder disminuir el número reproductivo del virus, es decir, la media de personas que cada contagiado puede llegar a infectar, y no colapsar así el sistema sanitario. En definitiva, aplanar la curva de la que tanto hemos oído hablar.
Una persona tiene decenas de contactos diarios. Gente con la que coincide en casa, en el trabajo o en el metro. En los días que dura la enfermedad, eso significa cientos de posibles contagios.
Si una persona está infectada (aunque no tenga síntomas) y hace vida normal, todos sus contactos están en riesgo de ser contagiados.
La Covid-19 en Europa tiene un número reproductivo básico (R0) cercano a 3. Ese número mide el potencial de transmisión del virus. En ausencia de medidas, cada infectado contagia de media a 3 personas.
Cada nuevo enfermo contagia a otras 3 personas. La cadena de contagio sube a 12 enfermos en un paso más.
Si no se toman medidas y se mantiene ese R0 de 3 contagios por persona, en tres pasos más llegaríamos a tener 120 contagiados y el contagio continuaría exponencialmente.
El objetivo es bajar ese ritmo reproductivo. Y para eso se toman medidas de distanciamiento social y confinamiento. Si esas dos personas bajan a un número reproductivo de 2, se contagian 46 personas.
Cuando el R0 es cercano a 1 el brote deja de crecer exponencialmente. Cada infectado contagia solo a otra persona y los infectados tienden a ser constantes, reduciéndose a 6 contagiados. Eso evita que el sistema sanitario se colapse.
El escenario ideal es bajar el R0 de 1. Entonces el brote tiende a extinguirse porque en cada ciclo hay menos infectados en lugar de más.
Bajar ese número reproductivo es lo que persiguen las medidas de confinamiento que estamos sufriendo: queremos limitar los contactos para frenar la cadena de contagios.
Este estudio del MIT, liderado por el español Esteban Moro, muestra los efectos que han tenido las medidas de distanciamiento en Nueva York, como el cierre de colegios o la orden de quedarse en casa: el número de contactos fuera del hogar se ha reducido de unos 75 diarios por persona a apenas 5.
La curva está aplanándose. Eso no va a impedir que las muertes sigan creciendo en los próximos días. Porque el pico quizás está por llegar y porque incluso cuando llegue puede tener forma de meseta. Pero es una evidencia de que el confinamiento, igual que en otros países, es capaz de frenar el virus y seguramente suprimirlo, al menos temporalmente.
Pero… ¿qué pasa si relajamos las medidas?
Un temor ahora es que cuando se relaje el aislamiento se reactive la cadena de contagios. Los expertos sospechan que no bastará con aislar a los enfermos, porque personas a su alrededor —con síntomas o sin ellos— pueden estar infectadas y continuar el brote.
Las estrategias de test exhaustivo y rastreo de contactos han funcionado en Corea del Sur. Y la tecnología puede ayudar. Pero el informe del Imperial College dice, sin embargo, que otras medidas serán seguramente necesarias, “o la transmisión rebotará rápidamente, produciendo potencialmente una epidemia comparable en escala a la que se hubiese producido sin intervenir”.
Aunque un enfermo se aísle cuando tiene síntomas, sus familiares y otros contactos pueden estar ya infectados. Si hacen vida normal, pueden contagiar a otra gente antes de ponerse enfermos, y corremos el riesgo de que el virus vuelva a expandirse.
Pero si mantenemos los hábitos de distanciamiento social bajaremos ese número reproductivo del virus y así aplanaremos la curva.
En caso contrario, si dejamos las medidas o las rebajamos, volvemos al primer escenario del R0=3, por lo que el crecimiento del número de contagiados volvería a ser exponencial.
Fuente: https://elpais.com/sociedad/2020/04/01/actualidad/1585734540_155050.html