Claudio Fernández tiene 52 años y su hallazgo en pos de comprender la estructura molecular de las enfermedades neurodegenerativas figura en la última edición de la revista Nature. En qué radica la importancia del descubrimiento.
Desde hace tres años mudó a su familia a la ciudad de Rosario. Oriundo del Bajo Flores, vaya si el hombre supo darle el gusto a su madre, que quería que fuera profesional: hizo las licenciaturas en Farmacia y en Bioquímica en la Universidad de Buenos Aires (en la segunda, además, hizo un doctorado). Y hay más: antes de convertirse en investigador principal del Conicet, partió a Alemania, a formarse en Göettingen, ciudad universitaria que tiene asociados 47 Premio Nobel. “Ahí entendí que es clave mezclarse con la sociedad. En esa mezcla establecí un vínculo con estas enfermedades, visitando hospitales. O sea, me formé en un marco transdisciplinario”, contó el científico..
Claudio Fernández es director del Laboratorio Max Planck de Biología Estructural, Química y Biofísica Molecular de Rosario (UNR-MPIBPC) y del Instituto de Investigaciones para el Descubrimiento de Fármacos de Rosario (IIDEFAR, CONICET-UNR) y junto a su equipo, formado por bioquímicos, médicos, biofísicos, biólogos y técnicos, comprobaron que los depósitos moleculares, o “agregados” de proteínas que provocan la muerte neuronal no tienen siempre la misma estructura, algo que nadie había visto hasta ahora.
Su estudio, que contó con la colaboración de expertos australianos, alemanes y coreanos constituye un avance en la comprensión de dos enfermedades neurodegenerativas: Parkinson y atrofia multisistémica y fue publicado en la revista Nature.
La importancia del hallazgo, que podría traducirse en la elaboración de drogas para paliar los síntomas de estas patologías, radica en que los investigadores se propusieron entender cuál era la estructura de lo llaman “agregados de proteínas alfa-sinucleína”. Las neuronas producen -en su funcionamiento normal- moléculas o, más bien, proteínas, que en este caso son proteínas alfa-sinucleína. Aunque no se conoce a fondo su función, se sabe que tienen algo que ver en la comunicación entre las células cerebrales.
Lo novedoso del hallazgo radica en que hasta hace unos años, los investigadores estudiaban “agregados” de estas proteínas generados de manera artificial en un laboratorio. “A principios de 2015 nos metimos en un diseño experimental cuyos agregados provinieron de tejido cerebral de pacientes post-mortem con MSA o Parkinson”.
Para lograrlo debieron traer cerebros de Australia, ya que, a diferencia de varios países en los que la investigación tiene un rol central, “en la Argentina no existen bancos de cerebros”. Este año, por otro lado, en agosto, se había conocido que científicos argentinos radicados en Europa descubrieron que un sistema genético simple controla movimientos complejos del cuerpo y de esta manera sentaron bases para estudiar el Parkinson, la corea de Huntington y otras enfermedades neurodegenerativas.
Fuente: www.infobae.com