Enfermedades cerebrales afectan a más de mil millones de personas en todo el mundo.

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Las más frecuentes: epilepsia, el Alzheimer y el Parkinson.

Los trastornos cerebrales son una de las mayores amenazas para la salud pública y deben considerarse uno de los principales desafíos mundiales de la salud del siglo XXI por su impacto humano, médico, social y económico.

Se estima que las enfermedades del cerebro afectan a cerca de mil millones de personas dentro de todos los grupos etarios y regiones geográficas.

Por su parte, la incidencia de ciertos trastornos como el Alzheimer se incrementa como resultado del aumento de la esperanza de vida.

Quienes padecen este tipo de patologías pueden presentarafectación motora, trastornos cognitivos, problemas del comportamiento, dificultades en la comunicación y el consecuente impacto en sus actividades básicas de la vida diaria.

También hay que considerar el acceso limitado a la educación o la imposibilidad de reinserción profesional que pueden sufrir.

Los trastornos neurológicos más extendidos son la demencia, la epilepsia, la cefalea, la esclerosis múltiple, las neuroinfecciones, los asociados con desnutrición, la enfermedad de Parkinson, el accidente cerebrovascular y las lesiones cerebrales traumáticas.

Las principales patologías mentales y del comportamiento son los trastornos depresivos unipolares, de ansiedad, del desarrollo, y la adicción al alcohol y las drogas.

Los países que se desarrollan estarán cada vez más agobiados por trastornos del cerebro a medida que sus economías continúen creciendo y sus poblaciones sigan envejeciendo.

Un buen ejemplo es China, donde las enfermedades mentales han superado recientemente a las del corazón y el cáncer, y se han transformado en la mayor porción del presupuesto de atención de la salud de ese país.

Si bien se ha logrado un gran avance de herramientas diagnósticas y terapéuticas, el acceso a la atención sanitaria es muy dispar así como también existen discrepancias entre las iniciativas de salud pública de los gobiernos.

Por ejemplo, en muchos países los servicios de neurorehabilitación son limitados o inexistentes.

Esto hace que dependan fundamentalmente de la asistencia de sus familiares.
De esta manera se produce un círculo vicioso: las comunidades más empobrecidas se ven afectadas por un amplio número de discapacidades y, a su vez, las personas con discapacidad se vuelven más vulnerables a la pobreza debido a la falta de acceso a los servicios de atención de salud, asistencia social y rehabilitación.

Todo esto ocurre porque las enfermedades del cerebro no suelen ser primordiales en las agendas de salud.

Frente a esta problemática en expansión, se deben implementar intervenciones efectivas y apoyar la investigación para que continúe el desarrollo de opciones de prevención y tratamiento. A diferencia de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, en la mayoría de los casos la carga de los trastornos cerebrales tiende a manifestarse, más que en muertes tempranas, en discapacidades y efectos en la vida de las personas afectadas y sus cuidadores.

Eso hace que la huella de estas condiciones sea más difícil de cuantificar.

Por otra parte, es clave el apoyo y la contención social hacia los pacientes y sus familiares.

Fuente: www.lanacion.com.ar por Facundo Manes.