A diferencia del clásico de metal, el cuerpo lo reabsorbe. En el país ya se implantaron en unos 100 pacientes.
Los clásicos stents de metal que se colocan para destapar las arterias obstruidas del corazón empiezan a ser reemplazados por otros que se biodegradan y desaparecen en dos años del cuerpo humano. Ya hay 100 argentinos que recibieron el implante de los stents bioabsorbibles, que están aprobados por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), y en los Estados Unidos, ayer un comité de expertos de la agencia regulatoria también se manifestó a favor de dar luz verde a ese tipo de dispositivo.
El stent fue uno de los más importantes avances de la medicina durante el siglo XX. En 1985, el médico argentino Julio Palmaz y el Dr. Richard Schatz fueron los inventores del stent expansible para usar en la angioplastia en arterias periféricas. Más adelante, se implantaron stents liberadores de drogas, que consiguieron tanto desobstruir las arterias dañadas como impedir que se vuelvan a obstruir.
Pero el impulso de innovación no se frenó. Se desarrollaron los stents bioabsorbibles, con materiales que pueden degradarse en el cuerpo. “Ya se están usando los stents bioabsorbibles de ácido poliláctico, que es una sustancia que se degrada y se convierte en agua dentro del cuerpo”, explicó a Clarín Fernando Cura, jefe de cardiología intervencionista del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA). En ese instituto, se implantaron los primeros stents bioabsorbibles en 2012 como parte de un ensayo clínico internacional que evaluó los beneficios y los riesgos. Hubo buenos resultados, y los bioabsorbibles fueron aprobados en Europa, y en la Argentina. En los Estados Unidos, un panel de expertos de la agencia regulatoria revisó la evidencia y 9 de los 10 integrantes votaron a favor de la aprobación del stent, que fue desarrollado por Abbott para tratar la enfermedad de las arterias coronarias. Este trastorno consiste en que se va acumulando colesterol, calcio y otras sustancias en las arterias y puede causar angina de pecho e infartos. En el mundo, el stent biodegradable ya fue implantado en 125.000 personas.
“La ventaja potencial sobre el convencional es que con el correr del tiempo se libera la droga que modula la cicatrización y el stent desaparece. Luego, el vaso de la arteria puede recuperar su función normal”, afirmó Oscar Mendiz, jefe del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, del Hospital Universitario Fundación Favaloro, al ser consultado por Clarín. Si el paciente vuelve a sufrir el taponamiento de las arterias y necesita una cirugía de bypass, los médicos no se encontrarán con el obstáculo del stent metálico como ocurre en los procedimientos habituales. “Si tuviera un stent convencional, la malla de metal permanece y los cirujanos no podrían actuar en este segmento del vaso”, aclaró Mendiz. El biodegradable está indicado para adultos jóvenes que sufren lesiones simples en las arterias.
“El stent biodegradable con fármaco sirve para abrir la arteria, impide que se vuelva a obstruir y desaparece. A largo plazo tendría beneficios potenciales sobre el convencional. En la Argentina, si bien ya hubo pacientes que accedieron al stent biodegradable, hay obstáculos porque obras sociales y prepagas se niegan a cubrirlo”, señaló Alejandro Cherro, presidente del Colegio Argentino de Cardiólogos Intervencionistas y subdirector de la carrera de especialista en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. “Aún mucho por mejorar, –opinó Mendiz– pero la biodegradación puede ser el camino también para otros vasos y quizás otras aplicaciones”.