CIUDAD DEL CABO (IPS) – Si los países pobres quieren mejorar sus sistemas de salud, tienen que descentralizar con urgencia y delegar tareas médicas en el personal de enfermería y en trabajadores comunitarios de salud, recomiendan expertos.
«Probablemente no consigamos más dinero que el que ya tenemos, así que debemos gastar con sabiduría», dijo Alan Whiteside, director de la División de Investigaciones sobre Economía de la Salud y VIH/Sida de la sudafricana Universidad de KwaZulu-Natal.
Whiteside cree que es «absolutamente esencial» responsabilizar a las organizaciones internacionales y a los gobiernos de sus gastos en salud para controlar en qué áreas se va el dinero y garantizar una implementación efectiva.
«El dinero del HIV (virus de inmunodeficiencia humana) tiene que usarse para crear sistemas de salud», no solamente para tratamientos, enfatizó Whiteside.
La asesora de políticas del Sociedad Internacional del Sida, Jacqueline Bataringaya, señaló que «en nuestros sistemas de salud hay serias deficiencias, y sin abordarlas no podemos avanzar».
La Sociedad Internacional del Sida fue la organizadora de la Quinta Conferencia sobre Patogénesis, Diagnosis y Tratamiento, que concluyó el miércoles en Ciudad del Cabo.
«En África necesitamos un millón más de médicos, enfermeros y parteras», agregó Bataringaya.
También sugirió que, como el financiamiento está limitado por la crisis financiera mundial, los países en desarrollo tienen que identificar prioridades para poder avanzar. «Necesitamos ver qué podemos hacer con el dinero que tenemos», dijo Bataringaya.
Según Whiteside, para mejorar los sistemas de salud es clave aumentar la cantidad de personas que trabajan en ellos. Durante muchos años, África se lamentó de la escasez de recursos humanos calificados, especialmente porque el personal emigraba masivamente para trabajar en países industrializados y recibir mejores sueldos. Pero se ha hecho poco por mejorar la situación.
«Desafortunadamente, y pese a los números, Sudáfrica todavía sigue haciendo lo mismo», dijo Whiteside.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 37 por ciento de los médicos capacitados en Sudáfrica trabajan en el mundo industrializado. Las enfermeras graduadas en este país constituyen casi la décima parte de la fuerza laboral de Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Gran Bretaña y Portugal.
Whiteside sugirió crear un impuesto a gobiernos o empresas de naciones industrializadas que empleen a trabajadores sanitarios de países en desarrollo para compensar la pérdida de personal formado.
Pero Michel Kazatchkine, director ejecutivo del Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, defendió el modo en que se emplea la asistencia financiera, argumentando que se han elaborado presupuestos para elevar la cantidad de trabajadores de la salud, especialmente en los países en desarrollo.
«La cuarta parte de todos los recursos del Fondo Mundial se destinan a apoyar la fuerza laboral sanitaria, por ejemplo, con fines de capacitación, rotación de tareas, etcétera. En los últimos seis años invertimos 4.000 millones de dólares», dijo.
Sin embargo, Kazatchkine admitió que la brecha entre los países industrializados y en desarrollo en materia de atención y tratamiento del VIH (causante del sida) sigue en aumento.
«Eso genera enorme preocupación. Enfrentamos dilemas imposibles con niveles de atención insuficientes, y sin espacio para admitir más pacientes», agregó.
Kazatchkine se mostró optimista en cuanto a la posibilidad de conseguir más fondos para dedicar al VIH, y promovió la idea de hallar nuevas fuentes de financiamiento, como el recientemente lanzado plan Debt2Health (Deuda por Salud), del Fondo Mundial.
Éste plan propone eliminar parte de la deuda de un país en desarrollo siempre y cuando la mitad de esos fondos se destinen a inversiones en el sistema de salud de ese Estado.
«Ésta es una manera innovadora de convertir deuda en dinero activo», sostuvo Kazatchkine.
En mayo, Australia fue el primer acreedor en cancelar alrededor de 60 millones de dólares de deuda comercial de Indonesia como parte de este plan. En vez de pagarle su deuda a Australia, Indonesia invertirá la mitad de ese monto en su sistema de salud, centrándose particularmente en el impulso a programas sobre tuberculosis.
Otra vía para que los sistemas de salud maximicen los logros de recursos financieros limitados es la rotación de tareas, según los expertos.
Esto significa que enfermeras y trabajadores de la salud no especializados asuman tareas tradicionalmente desempeñadas por médicos, como orientación psicológica, administración de tratamientos y cuidados para personas con VIH.
Esto permite liberar el costoso tiempo del personal médico para cuestiones más serias, mientras se asegura una más oportuna atención cotidiana de pacientes.
«La rotación de tareas y la participación de la comunidad son fundamentales para superar la ausencia de personal calificado», explicó Whiteside.
Para ilustrarlo, señaló el ejemplo de Malawi, donde trabajadores comunitarios capacitados especialmente han asumido con éxito responsabilidades de cuidado a enfermos, tanto en casas como en clínicas. Esto alivia la carga laboral del personal de enfermería y medicina.
Esos trabajadores «son esenciales porque llegan directamente a hogares y comunidades», agregó Wafaa El-Sadr, director del Centro Internacional para la Atención y el Tratamiento Contra el Sida.
«El desafío es cómo institucionalizar y remunerar a estos nuevos trabajadores, y cómo volverlos parte integral del sistema de salud», dijo.
Esto se ha hecho con éxito en Lesotho, donde el Hospital Scott comenzó un programa de atención sobre VIH y terapias antirretrovirales manejado por enfermeros, y destinado a adultos y niños del distrito.
Ese hospital, ubicado en las tierras bajas del occidente del país, tiene 14 clínicas asociadas que brindan servicios a más de 900 aldeas.
Aunque antes había un solo médico para cubrir a todo el distrito sanitario que corresponde al hospital, ahora hay casi 100 enfermeros y trabajadores no especializados atendiendo pacientes. Lesotho padece una severa escasez de trabajadores de la salud, con un promedio de cinco médicos y 63 enfermeros por cada 100.000 pacientes.
«Fue una tarea titánica. Tenemos una elevada cantidad de infecciones con VIH debido a una prevalencia de 23,2 por ciento del virus combinada con recursos humanos muy limitados. Tuvimos que ser muy innovadores y descentralizar los cuidados de personas con VIH», explicó el superintendente médico del Hospital Scott, Lipontso Makakole.
El cambio consistió en capacitar al área de enfermería en cuestiones clínicas para asumir tareas médicas, y en entrenar a trabajadores no especializados para brindar apoyo psicológico y preparación de tratamientos antirretrovirales, a fin de liberar a las enfermeras.
«En 2008 iniciamos a 37 por ciento más pacientes en las terapias antirretrovirales. Además, 80 por ciento de los adultos y 89 por ciento de los niños recibieron cuidados para el VIH. Esos son resultados muy favorables que muestran que funciona la atención médica liderada por la enfermería», sostuvo Makakole.