El sobrecrecimiento bacteriano es un trastorno cada vez más frecuente.
Suele afectar a nivel digestivo pero los síntomas también pueden ir más allá.
Fragilidad en las uñas, sequedad en la piel o caída del pelo son algunos de ellos.
Tener bacterias en el organismo no siempre es malo, sobre todo si estas están en el estómago o el intestino.
El problema viene cuando hay un crecimiento de estas bacterias que pueden llegar a dañarnos, desde el punto de vista digestivo.
Es lo que se conoce como SIBO (sobrecrecimiento bacteriano).
Este trastorno, informa Laura Jorge, graduada en Nutrición Humana y Dietética.
“el SIBO es un trastorno caracterizado por un crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado”.
Como explica en detalle, “en todo el tracto gastrointestinal existen en mayor o menor medida cierta cantidad de bacterias, que se considera saludable.
El problema es cuando se produce una proliferación (crecimiento) masificado en el intestino delgado (ID), lugar del cuerpo que no puede soportar esta sobrecarga”.
Como consecuencia de esto, informa, “se produce una incapacidad o alteración por parte del intestino de hacer su trabajo.
Y, a su vez, esta presencia va a generar un daño en la propia “piel” del intestino, así como alterar nuestra capacidad de absorber los nutrientes”.
Esto es lo que se conoce como SIBO.
Un trastorno que, a su vez, es el responsable de muchos otros procesos malabsortivos o intolerancias muy habituales.
Por qué aparece el SIBO
Tal y como explica José María Alberdi, jefe de servicio de Aparato Digestivo de Hospital Universitario La Moraleja y de Hospital Universitario Virgen del Mar.
El SIBO «lo causa un aumento de microorganismos a nivel del intestino delgado.
El intestino delgado, gracias a los movimientos peristáltico, la presencia de ácido del estómago, la bilis y a su separación del colon(que tiene muchas más bacterias).
Mediante una válvula llamada válvula ileocecal suele tener un número bajo de bacterias.
Cuando uno de estos mecanismos de control falla aumenta el número de bacterias y con ello el de la producción de gas».
Además «se produce la inflamación de las vellosidades del intestino delgado.
Que puede producir una malabsorción de nutrientes que a su vez favorece el desarrollo de más bacterias».
En cuanto a los factores que pueden influir, la experta en nutrición señala que las más habituales son:
La toma de antibióticos de forma recurrente
El consumo elevado de alcohol
La baja producción de ácido en el estómago a causa de la toma de medicamentos como el omeprazol o el nexium
Algunas enfermedades gástricas como la gastritis crónica
Alteraciones en la motilidad intestinal
Cirugías del aparato digestivo.
Aunque no hay datos específicos sobre la prevalencia del SIBO, «se estima que afecta aproximadamente al 6-15% de la población general.
En pacientes con enfermedades subyacentes como la enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedad celiaca.
O pacientes que se han sometido a cirugía gastrointestinal, la prevalencia puede elevarse hasta el 70%», señala Alberdi.
¿A qué personas afecta más el SIBO?
Al igual que no hay datos de prevalencia, también existe un patrón establecido que coincida con todas las personas que tienen SIBO. Por lo que no hay un perfil.
Lo que sí existen son ciertos factores que podrían favorecer el que una persona tenga o sea más predisponente a padecer SIBO:
Personas que lleven una alimentación rica en grasas saturadas, aceites refinados, refrescos.
Alimentos ultraprocesados con base de harinas blancas y refinadas así como ricas en azúcares.
Consumo de antibióticos de forma recurrente
Fallos de funcionamiento en el CMM (complejo migratorio motor)
Personas con tendencia al estreñimiento o con un movimiento peristáltico lento
Intervenciones quirúrgicas en el intestino delgado
Síntomas que alertan del SIBO
La inflamación abdominal es uno de los síntomas más frecuentes de este trastorno, pero no es el único.
Tal y como señala Jorge, a la distensión abdominal (hinchazón) se le añaden otros “como la diarrea y/o estreñimiento.
El meteorismo (gases), grasa en las heces o dolor abdominal”.
Estos síntomas están relacionados con el ámbito digestivo pero también hay otros que nada tienen que ver con las molestias estomacales.
Como son “la caída del pelo, la debilidad de las uñas y la sequedad de la piel”, informa Jorge.
Diferencias entre el SIBO y otras enfermedades como el colon irritable o la celiaquía
Tal y como explica Jorge, en la práctica clínica “es bastante complicado diferenciar las enfermedades digestivas, ya que la mayoría de ellas presentan síntomas similares”.
De hecho, “es habitual encontrar a una persona celíaca que presenta los mismos signos que otra con una intolerancia a la fructosa”.
Por ello “es muy importante poder recopilar datos lo más detallados y específicos posibles porque cada patología digestiva puede presentar señales más propias de una enfermedad o de otra”.
El diagnóstico del SIBO, informa Alverdi, «generalmente se realiza a través de pruebas.
Que investigan de forma directa o indirecta la presencia y la cantidad de bacterias en el intestino delgado».
Las pruebas más comunes para diagnosticar el SIBO son:
El cultivo bacteriano del aspirado duodenal o yeyunal se considera el método con mayor fiabilidad.
Sin embargo, al ser un test invasivo y complicado no se suele utilizar.
En estos momentos, la prueba del aliento con lactulosa o glucosa, al ser una prueba no invasiva, es la más utilizada.
Estas pruebas miden de forma indirecta la cantidad de bacterias presentes en el intestino.
De cara a las diferencias, tal vez el origen sea la más común.
Por ejemplo, “la celiaquía es una enfermedad crónica de tipo autoinmune, en cambio el SIBO o el síndrome de intestino irritable no cursan de esta forma”.
En cuanto a las intolerancias, indica, “sabemos que cuando se presentan en adultos son secundarias a un origen primario que hay que descubrir”.
Por tanto, “ante una alteración digestiva es muy importante que el médico realice una batería de pruebas .
(diagnóstico diferencial) para saber la causa y poder aplicar el tratamiento concreto”.
Para su detección y diagnóstico (necesario para establecer un tratamiento adecuado).
Se suele hacer “pruebas del aliento que se realizan con lactulosa o lactitol (test de hidrógeno, metano y dióxido de carbono espirado)”.
¿Cómo se trata el SIBO?¿tiene cura?
Si la prueba sale positiva, “es necesario tomar antibióticos específicos que debe prescribir un médico, además de seguir una dieta baja en carbohidratos de cadena corta”, especifica la experta en nutrición.
“Se trata de un protocolo dietético muy concreto que debe ser supervisado y detallado por un profesional de la nutrición como un dietista-nutricionista especializado en esta área”, explica.
Este protocolo “se debe basar en la retirada o disminución del consumo de ciertos alimentos o grupos de alimentos de forma temporal.
Para ayudar a la persona a mejorar sus síntomas y conseguir así un confort y calidad de vida mayor del que tenía antes”.
Cuando se ha realizado esta combinación (antibióticos y dieta), señala la experta, “lo recomendable es repetirse misma prueba para valorar el resultado de la misma”.
En todo caso “es importante que el paciente sepa que es común ver recidivas, ya que la erradicación de las bacterias no siempre corrige las causas iniciales”.
Tras el tratamiento con antibióticos “es fundamental que se restaure toda la microbiota intestinal.
Así como la mucosa para lo que podemos tomar probióticos (el probiótico se tiene que recomendar de manera personalizada)”.
¿Se puede prevenir el SIBO?
En cuanto a su prevención, Jorge señala que “no se puede garantizar a ninguna persona que tenga un intestino delgado que no vaya a desarrollar SIBO en algún momento de su vida.
Lo que sí sabemos es que hay factores predisponentes que sí pueden ser evitados.
Tenemos capacidad para decidir qué comer y cómo.
Así como aumentar nuestra actividad física, aprender a gestionar el estrés, evitar el alcohol y pedir ayuda para salir de un estreñimiento”.
En opinión de Alberdi, la mejor forma de prevenir el SIBO es:
Disminuir el uso de fármacos que ralentizan el tránsito intestinal como las benzodiacepinas o los opiáceos. O de aquello que disminuyen la acidez gástrica como el Omeprazol.
El control estricto de enfermedades que puede ralentizar el tránsito intestinal como la diabetes.
El uso de medicamentos procinéticos en pacientes seleccionados con tránsito intestinal lento puede ser de ayuda.
El tratamiento preventivo con ciclos de antibióticos en pacientes con varios episodios al año de SIBO.
Y con algún defecto anatómico como cirugías previas o divertículos de intestino delgado puede utilizarse.
Fuente: www.cuidateplus.marca.com